viernes, 7 de noviembre de 2008

Devocional Diario (EL CONSUELO)

Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen,para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.
1 Tesalonicenses 4:13.
Más quisiéramos estar ausentes del cuerpo,y presentes al Señor.
2 Corintios 5:8.

El consuelo
Se fueron nuestros seres amados; están “ausentes del cuerpo”, son invisibles a nuestros ojos; dejaron esa envoltura que fue enterrada. Los que murieron en la fe o “durmieron en Cristo”, hoy están “presentes al Señor”. Aunque parezcan estar tan lejos de nosotros, estos seres queridos a quienes aún quisiéramos poder abrazar, escuchar, ver y hablar, Dios en su Palabra nos da la bendita certeza de que están con Jesús, como si estuviesen en la habitación de al lado. Esperan el día en que “el Señor mismo con voz de mando… descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán… para recibir al Señor” (1 Tesalonicenses 4:16-17).
Si no tuviésemos esta certeza, estaríamos desesperados.
Pero los que no conocen a Dios temen la muerte; parece el fin de todo, como el umbral de un más allá angustioso e inquietante. En estas condiciones es normal tener miedo a la muerte, aun cuando uno oculta sus temores y las preguntas que se hace. Algunos se burlan o se hacen ilusiones, pero eso no cambia la realidad: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Para librarnos de ese juicio, Jesucristo murió en la cruz y expió los pecados de todos los que creen en él. Él mismo dijo: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
El devocional diario, es editado por: "La Buena Semilla" 1166 Perroy (Suiza) © Copyright: Todos los derechos reservados. El texto enviado hoy es del día correspondiente al año pasado. El texto del día de hoy puede leerse en nuestra página: LaBuenaSemilla.net
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Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. Tercera carta de Juan, versículo 2.

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